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Zalacain el Aventurero.Pio Baroja

07-02-2014, 22:54
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Cena kup teraz: 19.99 zł     
Użytkownik Melusina01
numer aukcji: 3927822195
Miejscowość Warszawa
Wyświetleń: 2   
Koniec: 07-02-2014 22:12:10

Dodatkowe informacje:
Stan: Używany
Okładka: miękka
Rok wydania (xxxx): 1977
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 Witam Państwa na mojej aukcji! Mam do sprzedania książkę-Pío BarojaZalacaín el aventurero. Wydawnictwo:Austral; Okładka: miękka; Stron:156; Rok:1977; Stan:bardzo dobry (na pierwszej stronie podpis byłego właściciela)

 

Zapraszam na inne nasze konto, gdzie również znajdą Państwo książki w języku hiszpańskim.  http://alle/listing/user/listing.php?us_id=[zasłonięte]47006">Historik79

 

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Zalacaín el Aventurero

 

Esta es la historia de Martín Zalacaín, nacido en la villa de Urbía, pequeña comunidad que, además del los grandes montañones cubiertos de pinos y cruzados por ríos torrenciales, poseía un Ayuntamiento "con sus balcones volados y su gran portón coronado por el escudo de la villa", también el inconfundible campanario de una iglesia en donde los domingos se oficiaba la misa mayor y, al atardecer, el Ángelus daba por rematado el día, excepto para los hombres a los que les cabía la última estación en la taberna de Arcale. Esta taberna fue siempre como un reducto familiar para los cansados labriegos, entre ellos el viejo Tellagorri y su perro "Marqués", un chucho "chiquito, feo, contagiado hasta tal punto con las ideas, preocupaciones y mañas de su amo, que era como él: ladrón, astuto, vagabundo, viejo, cínico, insociable e independiente". Éste fue el hombre en quien recayó la educación de Martín y su hermana Ignacia desde que quedaron huérfanos aún chiquitos. "Cada cual que conserve lo que tenga y robe lo que pueda", era la síntesis y fundamento de su filosofía de la vida. Pero en el pueblo también contaban y mucho los habitantes de la casa grande, los Ohando, con los que se enfrentó Martín, especialmente cuando le llegó la edad de la adolescencia y se fue a enamorar de Catalina Ohando, hermana de Carlos, su gran enemigo… Esas circunstancias, más las guerras carlistas, el contrabando a través de los Pirineos, los enfrentamientos con la banda del Cura, y "De cómo Zalacaín y Bautista Urbide tomaron, los dos solos, la ciudad de Laguardia, ocupada por los carlistas" (capítulo XIV), a más del rapto de Catalina y una monja, que vivían ambas en un convento -y otras muchas aventuras que deben ser leídas y no narradas- constituyen la historia de este pueblo y este personaje indomable a quien sólo la muerte pudo rendir, sobre todo a esa edad joven en la que suelen sucumbir los héroes.

 

En estas novelas en las que se acerca a la patria chica de su infancia y juventud, Baroja deja de usar el juicio pesimista que impregna el resto de sus obras, y se acerca sin reservas y con simpatía, al paisaje de su País Vasco, en donde nació y creció: es el momento en el que se identifica con él.

 

Pío Baroja le dio gran importancia a la valentía y al vigor físico de los hombres que viven en sintonía con la naturaleza, con sus ritmos y sus peligrosas fuerzas; es la de su País Vasco rural una sociedad violentamente primitiva dedicada a la "labor" (de la cual se obtienen bienes efímeros, los alimentos), frente a la sociedad del "trabajo" destinado a producir objetos hechos para durar, esa de los comerciantes y, en alguna medida, los antihéroes. La tradicional rivalidad entre el campo y la ciudad, es decir el habitual desprecio con que los burgueses, oficinistas etc. juzgan a los campesinos, está plasmada en estas obras sinceras y salidas de lo más profundo de su ser… Recordemos "El marino que perdió la gracia del mar" de Y. Mishima, marino inmolado por aquellos que vieron destruido el espíritu de los samuráis, al ver la homérica vida del viejo marinero convertida en una aburrida sucesión de acontecimientos burgueses sin ninguna gloria.

 

 

Baroja, que se tenía a sí mismo en poca estima: "la infancia, poca cosa; la juventud, mediocre; después, trabajando sin éxito…", procuró crearse su propio mundo heroico a través de estos personajes que le eran familiares por pertener a su mismo mundo: Zalacaín, Avinareta, el capitán Chimista…, no eran más que la añoranza de los guerreros griegos y troyanos, ya que percibía un eco de ese mundo antiguo en los paisajes rurales que tan apasionadamente había vivido durante su infancia y adolescencia.