“Me llamo Eva, que quiere decir vida, según un libro que mi madre consultó para escoger mi nombre. Nací en el último cuarto de una casa sombría y crecí entre muebles antiguos, libros en latín y momias humanas, pero eso no logró hacerme melancólica, porque vine al mundo con un soplo de selva en la memoria."
Esta es la voz que nos transporta a través de Eva Luna, la voz segura de una narradora natural e inventiva, una mujer que nos relata la historia picaresca de su propia vida (nació pobre, fue huérfana a una temprana edad, y finalmente ella se elevará a una posición de influencia única) y de la gente, de todos los niveles de la sociedad, que conoce a lo largo de su camino. Incluyen a los ricos y excéntricos, para quien trabaja como sirvienta; el emigrante libanés que se hace amigo de ella y le da un lugar para vivi; su lamentable madrina, cuyo cerebro es afectado por el ron y que cree en todos los santos católicos, algunos de origen africano, y algunos de su propia invención; un niño de la calle que se convierte en un delincuente insignificante y, más tarde en un líder de la lucha guerrillera; un artista célebre transexual que le enseña con gran ternura y comprensión sobre la forma de ser de los adultos; y un joven refugiado cuyo vuelo desde la posguerra Europea será crucial para el destino de Eva.
Mientras Eva cuenta su historia, Isabel Allende evoca una entera y compleja nación de Sud América: los ricos, los pobres, los sencillos, y los sofisticados; en una novela repleta de personajes e incidentes, con drama y comedia e historia, una novela que va a deleitar y a aumentar su devota audiencia.